jueves, 6 de octubre de 2011

Frontera: Reconocimiento y Compromiso.


Jessy Aleta.

Venezuela - Estado Táchira
Es impresionante como se olvida de que se vivé en área fronteriza, que detrás de grandes ciudades existen comunidades pobladas por hermanos colombianos, que por diferentes circunstancias llegan a un mismo país, a un mismo estado, a un mismo lugar, al Táchira, con iguales necesidades, con ánimos de progresar y construir para sus familiares un futuro mejor, con educación y trato digno de seres humanos.

Se tiene un pensamiento inclinado a que la frontera es un punto de intercambio económico y  porqué no, hasta de negocios ilícitos, muchas veces se piensa que la frontera esta muy lejos de la ciudad y que los problemas que aquejan a esas comunidades, nada tiene que ver con nosotros; pero muy pocas veces se recuerda, que la frontera es un punto de encuentro y reconocimiento de culturas, religiones y sentimientos, que el Táchira es un estado fronterizo, y como tal un estado que abre las puertas a todos aquellos que llegan en busca de mejores oportunidades y de un escenario perfecto para reconstruir sus vidas, no solo desde el punto de vista económico sino político, social y sin temor alguno.

De igual manera, en algunas oportunidades, se presenta un sentimiento hacia esas personas de: admiración, comprensión y respeto, sin embargo en determinadas circunstancias, se refleja un rechazo a quienes vienen a Venezuela, pues se tiene la mala impresión que solo los colombianos vienen por un factor económico, sin que aquellos que lo ignoren se detengan en pensar el porqué están aquí, el porqué dejaron  atrás el país donde nacieron y crecieron ¡nada fácil! No se comprende que vivir en frontera es un hecho que debe ser contundente, para que transcienda entre los habitantes de los países hermanos, sentimientos de amistad, hermandad y comprensión, para forjar así una comunidad donde las oportunidades y el progreso sean la carta de presentación.

Estado Táchira 
Estas breves líneas desean llamar al sentimiento de admiración surgido, cada vez que se conoce  las realidades de quienes viven en comunidades colombo-venezolanas, para citar un ejemplo: la comunidad de la Morada del  Municipio Pedro María Ureña, comunidad que vale la pena destacar, fue conocida por Universitarios en Frontera de la mano del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), en cuya comunidad las realidades van más allá de documentos, que si bien son vitales para el libre transito, que es un derecho humano, también están en juego otros derechos vitales como el reconocimiento digno, que van desde servicios públicos hasta oportunidades de trascender en lo económico y social para un mejor futuro, que no solo conviene a las familias que están en dichas comunidades, sino a los países que literalmente son unidos por un puente, pues si sus habitantes tienen mejores oportunidades de vida, esto se convierte en sinónimo de desarrollo económico, progreso nacional y entendimiento entre los Estados, que a la larga los convierte en países que figuran  en el concierto internacional por el desarrollo humano de sus naciones.

Al describir esto, surgen sentimientos encontrados; por una parte la indignación, pues la indiferencia por la frontera, no solo es parte del ciudadano común, sino de los mismos gobiernos que poco invierten en políticas públicas que beneficien a dichas comunidades, y por otro lado un sentimiento de gratitud a quienes demuestran un interés por el desarrollo social, político y cultural de la frontera, interés que se ve reflejado en organizaciones como: Servicio Jesuita a Refugiados Venezuela, ACNUR, HIAS, Caritas,  Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Consejo Noruego para Refugiados, quienes trabajan arduamente en pro de los seres humanos que sienten y padecen la indiferencia ciudadana y gubernamental.

Es de vital importancia, puntualizar que la frontera es el lugar de encuentro y el escenario ideal para el origen de grandes lazos de amistad y solidaridad de habitantes entre sí  y los de Estados, así como para la consolidación de redes entre el ámbito público y privado, para entre todos colocar un granito de arena y así construir comunidades grandiosas, con excelentes madres de familia, con niños y jóvenes que posean perspectiva de futuro, con adultos responsables y con ancianos que tengan un mejor nivel de vida, donde se lucha contra la indiferencia para comprender así, que la frontera no es ajena a la ciudad, sino que mas bien es un factor que fortalece la integración y el desarrollo de nuestros pueblos binacionales. Donde la integración y el compromiso sean el pan nuestro de todos quienes viven en esta área fronteriza.